A puerta cerrada, un mago…

Fotografías hechas con palabras.

No parecía actor, era más bien un mago; no lo malinterpreten, les explico.

Sentado en uno de los pasillos más concurridos de una de las más pequeñas pero pobladas ciudades del mundo y al centro de piedras de colores de energía distinta, collares con cuentas de maderas aromáticas y esencias, miraba el pasar de los peatones acelerados y solamente mostraba una expresión tranquila.

Entre sus dedos, se podía ver cómo las puntas de sus dedos rodeaban y sentían las redondas cuentas de su collar o las hojas metálicas de sus enormes aretes que le daban un aspecto fuerte de aquel que sabe mucho más de lo que aparenta.

Pensaba pero no demasiado.

De vez en cuando los curiosos o necesitados del alma se detenían a preguntar algún precio.

Él sabía quienes iban solamente “de paso” y aquellos que comprarían o pedirían un pequeño pero atractivo ritual que les daría un poco de calma antes sus problemas diversos.

No es una descripción vacía y dicen que todo tiene su razón de ser: él también.

Un don, quizá un talento o demasiada seguridad; no. Un don.

También podía ver los sucesos y ser guía a partir de la lectura del tarot.

Su lectura no era para todos.

Si me preguntan esa era su forma de vida: leer aquello que llamamos destino sin no antes advertir que nada era estático; nuestros movimientos también pueden causar esos “giros del destino”.

¿Existe el destino?

Decía que era actor pero no un guionista; el destino no se puede ensayar, quizá sí prepararse un poco pero, ¿hasta dónde nos puede llevar el temor o el fanatismo?

S.A.C.

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