Blonde, una película más sobre Marilyn Monroe

Por: Daniel Losan

Blonde, película sobre Marilyn Monroe se ha estrenado. Era costumbre que en familia nos sentáramos los domingos a mirar películas.  Yo era un adolescente en aquel entonces. Esa noche mi papá puso en la VHS: Some Like It Hot (1959). A los pocos minutos apareció ella. Acaparó la pantalla con la primera sonrisa, brillaba de una forma particular a pesar del blanco y negro.  Nadie tenía que explicarme más, ella era una estrella. Y para ese momento ya era su propio mito en la historia de Hollywood. 

Quince años después la realidad me aborda. Descubro que el estereotipo de la rubia perfecta es falso. Era de cabello castaño, de descendencia mexicana y que su nombre real era Norma Jeane Mortenson. Sí, esa y mucho más secretos era Marilyn Monroe, la mujer, la amante, la actriz, la promesa, su intrigante fallecimiento a la edad de 36 años. Tenía todos los matices que una vida puede ofrecer. 

Las biografías me pareces un instrumento peligroso a analizar. La realidad es su propia ficción, se diría que es un método fácil, cotejar frente al espejo los elementos más parecidos a lo que es necesario calcar. Como hacer un casting y encontrar a la actriz que se parece más a Monroe: Susan Griffiths, Barbara Niven, Poppy Montgomery, Kelli Garner, actrices que la han interpretado en diferentes series y películas. Creo que nadie las recuerda más allá de una referencia.

Y justo en esto falla Blonde (2022). Construyen como verdad, lo que de inicio es ficción. El guion se toma de la novela Blonde: una novela sobre Marilyn Monroe de Joyce Carol Oates. Es decir, la estructura y el enfoque es visto desde un peldaño ya construido. Una copia de la copia.

Claro, ésta copia tiene la mejor resolución posible. La combinación entre el director neozelandés Andrew Dominik, el fotógrafo Chayse Irvin, la actriz Ana de Armas y su llanto son una mezcla visual impresionante. Durante casi tres horas de duración el filme aprovecha su edición cada segundo para encontrar el mejor encuadre, diseccionar el tiempo y el espacio, hacer armonioso el peor sometimiento a Monroe.

Ana De Armas hace un trabajo espectacular, se nota el esfuerzo para mantener un cuerpo palideciendo, ése que al parecer nunca dejó de sufrir. Se desnuda en cuerpo y alma. Actuación que seguramente la llevará a ganar todos los premios en su siguiente paso por los festivales. 

Ella es encantadora, todos lo sabemos, por ello, la cámara no se aleja más allá de unos cuantos pasos. No se pretende enseñar la ciudad o algún tipo de mundo exterior, las tomas son tan cercanas que vemos el sufrimiento puro. En cada close up las lágrimas relucen, tanto así que casi mojan la pantalla. 

Todos en algún futuro recordaremos a una Ana De Armas tundida en el suelo, con la cámara en la punta de su nariz y sus ojos profundos como oasis, del resto de la obra se nos olvidará con el transcurso del año.

La imagen de la mujer llorando en primer plano, en blanco y negro, me recordó al filme silente La pasión de Juana de Arco (1928) del magnífico director danés Carl Theodor Dreyer. Ambos filmes son casi mudos (Monroe apenas susurra), enfatizan el sufrimiento de mujer, enaltecen la lucha interna y la necesidad de su revolución.

 Solo existe una diferencia entre ambas obras, y no es la distancia a un siglo en su estreno. Es el crecimiento del personaje. Las últimas lagrimas que vemos deslizar de Juana de Arco representan la catarsis del personaje, el sacrificio de la Diosa. Mientras que, con Monroe, ha llorado y sufrido tanto que en su último encuadre ya no tiene nada que ofrecer al espectador, nos da su espalda.

¿Es posible resumir una vida tan interesante en una película o un libro? O una pregunta que me acompleja más ¿Cuántas versiones de Marilyn Monroe nos quedan por soportar? 

Para mí, no es necesario ver a más rubias interpretando a la rubia más famosa. Me quedaré con la original, a la que enamora al pronunciar su ¡oh daddy! Esperaré a que pasen otra de sus películas en ésos canales de películas viejas, algo así como la Comezón del séptimo año (1955) para volverme a reír como aquel adolescente que dejé de ser. 

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