Por: Enrique Javier González López
En la actualidad la globalización es vista como parte de la vida cotidiana. Sus efectos y características son tan normales que incluso pasan desapercibidos y parecen estar determinados, fijos e implantados en nuestra sociedad. La facilidad de comunicación entre personas sin importar las distancias, la cercanía de cadenas comerciales internacionales de todo tipo de bienes y servicios, el encontrarnos con más productos de importación sin que estos tengan un alto costo a los consumidores; son algunos aspectos con los que convivimos día con día.
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Se podría pensar que la globalización ha tenido éxito en cumplir su propósito de expansión tanto comercial, como mediático e incluso cultural. Es sobre todo en las grandes ciudades o zonas urbanizadas donde la globalización tiene una mayor presencia. Cada vez hay centros comerciales más modernos, con mayor variedad de marcas que con rapidez se han apoderado de la mayor parte de la demanda de los consumidores. Por esta razón, estas zonas urbanas están más susceptibles a adoptar nuevos estilos de vida, nuevas modas e incluso nuevas ideas; es decir, su población tiende a ser más abierta en los bienes y servicios que se consumen.
Si bien al estar situados en una zona urbana pareciera que todo esto es parte de la vida diaria, en aquellas zonas menos urbanizadas la globalización se ha establecido de forma menos acelerada, o incluso ha fallado en el intento de establecerse. En el estado de Guerrero, la zona considerada más desarrollada en términos urbanos es el municipio de Acapulco, donde hay hoteles de cadena, servicios de crucero, plazas comerciales con marcas de todo tipo y difusión turística a nivel mundial. La capital del estado, Chilpancingo, por otro lado; no tiene estas características. Se encuentra menos integrado a la globalización.
No fue hasta el año 2018 cuando en la ciudad de Chilpancingo se abrió el primer Starbucks, cuando en Acapulco, Ciudad de México y otras ciudades más desarrolladas era ya una cadena bien establecida. Hasta ese entonces, el comercio de bebidas tanto frías como calientes se desarrollaba de manera principalmente local y en algunas cadenas que no tenían la popularidad necesaria para acaparar ese mercado. Con la llegada de Starbucks a Chilpancingo, estas cadenas cayeron en popularidad; así como cafeterías locales, y personas que de manera independiente producían y vendían café, chilate, entre otras bebidas tradicionales. Si bien su llegada fue tardía, no significó un fracaso, ya que la población estaba acostumbrada a convivir con marcas comerciales, aunque fuera en pequeña escala.
Por otro lado esta el caso del municipio de Taxco de Alarcón, que se encuentra aun menos urbanizado que Chilpancingo y donde las cadenas comerciales que se encuentran son pocas. Al ser una población pequeña y poco urbanizada, el consumo es más tradicional; es decir, hay una preferencia por lo local. Podría pensarse que esto es así con el fin de mantener su atractivo turístico; sin embargo, los mismos locales pueden afirmar que en realidad esto se debe a que cadenas como McDonald’s, Pizza Hut, Burger King, etc., intentaron establecerse sin éxito. Los habitantes, acostumbrados a un estilo de vida poco globalizado, se encargaron de que estas marcas se vieran en la necesidad de retirarse por su poco éxito comercial. Son los mismos locales quienes abiertamente expresan su preferencia por lo local, antes que por lo transnacional.
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La globalización ha sido una herramienta de grandes grupos de poder tanto económico como político para expandir su poder. Si bien nos puede resultar evidente su consolidación, hay ciertos lugares en donde su objetivo se ha visto por lo menos entorpecido. Y la característica de dichos lugares es que son menos urbanizados y; por lo tanto, muestran más resistencia en la adopción de nuevas tendencias.
Fotografía: INCAE