¡NOP!: El jinete olvidado en el cielo.

Daniel Losan. Columna: Cine y cultura

Hace poco más de un siglo el cine iluminó los ojos de sus primeros espectadores. En aquel entonces, era casi privado. El concepto de sala de cine no existía, en cambio la gente sobreponía sus ojos en una pequeña cabina, depositaba cinco centavos de dólar (un nickel) y el carrete en su interior hacía el resto: magia. Una única opción que duraba poco menos de 10 segundos. Uno de esos cortometrajes fue El caballo en movimiento deEadweard Muybridge(1872). Simulaba el andar de un caballo y arriba un jinete que apenas daba forma. Por primera vez, el objeto había sido capturado en fotogramas.

Éste es el pretexto ideal para que el actor, comediante y director afroamericano Jordan Peele base su tercer largometraje titulado ¡NOP! (2022) y con cualquier otro director el color de piel sería un factor irrelevante a mencionar, pero Peele lo resplandece. Desde su opera prima ¡Hueye! (2017) la necesidad de mencionar la discriminación que existe en la actualidad en su país por medio de una comedía acida, reivindica el posible odio y lo ejemplifica como una oportunidad a tomar. La idea se repite en su siguiente obra Nosotros (2019). No es sólo que por serlo pueda hablar del tema, es desnudar el tapujo y enaltecerlo entre líneas. La identidad y pertenencia es importante, son ellos, son aquellos y también es el jinete olvidado por sus espectadores.

¡NOP! nos cuenta sobre los tátara-tátara nietos de aquel jinete; Otis “OJ” Haywood Jr. (Daniel Kaluuya) y su hermana Emerald “Em” Haywood (Keke Palmer) quienes se hacen responsables del rancho tras la repentina muerte de su padre. El negocio familiar es la renta de los caballos a producciones de cine y televisión. Pero, ninguno de los nietos muestra capacidades o interés para mantener a flote el proyecto. Por lo que de a poco terminan vendiendo a los potros de mejor pinta al exactor Ricky “Jupe” Park (Steven Yeun) dueño de un centro de inversiones temático. Quién tiene un interés particular para sus nuevas compras.

Hasta éste momento el género de SCIFI/terror se olvidó, apenas recordamos la primera escena del chimpancé violento y sus puños ensangrentados. Nos encontramos en un drama familiar contado por capítulos nombrados como animales. De la necesidad y sueños de personas por conseguir dinero. Tanto así que los mismos protagonistas quieren filmar y exponer lo desconocido. “The ophar Shot”, menciona Em antes de comprar el kit cámaras de video.  Ella sólo quiere ser rica, su hermano recuperar al caballo.

Es aquí donde la obra le exige atención al espectador, no parpadear, encontrar al objeto ajeno a los personajes. Mirar al cielo y buscar algo que no conocemos. Aunque el OVNI siempre ha estado frente a nosotros. ¡NOP! raya en la línea de la credibilidad y el absurdo. Tampoco pretende exponer los secretos ocultos sobre alienígenas. Ni siquiera intuir quién es el malo o el bueno. A lo que sí llega y a galope lento es a vislumbrar al ente ajeno a nosotros, al animal salvaje e inasible que está estoico en las aguas más profundas de nuestro ser y que apenas otorga una silueta.

Cien años después del inicio del cine ¡NOP! es una carta de amor al mismo, referencias calcadas a E.T., el extraterrestre (1982), Encuentros cercanos del tercer tipo (1977) y Señales (2002) por mencionar algunos. Peele quiere que recordemos todo lo que nos han enseñado sobre los alienígenas. Es traer las ideas viejas a la modernidad para una revisita. Al salir del cine revisé mi celular y me doy cuenta que soy el reflejo del animal y de la presa. Me recuerda que no estamos lejos de aquellas cabinas del siglo pasado, del morbo que existe por ver a alguien en la pantalla. Aunque hoy las posibilidades de cortometrajes son infinitas con las redes sociales. Ya no pagamos monedas de cinco centavos, ni tenemos que desplazarnos para ver a un caballo andar, ni el anonimato del jinete. Hoy todos los jinetes tienen nombres, aunque parece que todos son el mismo, casi un poco sin identidad, casi todos visibles y lejanos. Que con el tiempo terminan siendo otro jinete sin rostro.

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